viernes, 28 de octubre de 2016

Por siempre Camilo

Camilo es una suerte de reafirmación, un voto de cada octubre, con el sello peculiar de risas de niños, regaños de maestros, y el muy simbólico hecho de echar flores al mar, o al río, al agua que rememora su desaparición física de este mundo, siempre entre las brumas de a dónde habrá ido a parar el cuerpo de un hombre tan grande.

Recuerdo las tantas veces que fui, los 28 de octubre, con un ramo discreto de flores para echarlas al río de El Venero, en mi terruño manatiense, en honor a Camilo. En ese entonces la palabra honrar me quedaba muy grande, y la grandeza del Héroe se asomaba frente a mí. Fue la maestra quien primero nos dibujó a Camilo, en rostro escondido bajo el sombrero y esa legendaria sonrisa, como quien sabe ser amigo de los niños.
Desde pequeña entendí la obligatoriedad de la cita de octubre, aun cuando a mi mamá le parecía muy largo el recorrido para una pionera. Y hasta hoy creo que hay algo de magia entre el momento de lanzar algún tipo de flor y el gran silencio que invade a una hasta que por fin se pierde en el agua.

Siempre me gustaron mucho las palabras del Che cuando aseguró que Camilo era el hombre de las mil anécdotas y que las creaba a su paso con naturalidad. "Es que unía a su desenvoltura y a su aprecio por el pueblo, su personalidad; eso que a veces se olvida y se desconoce, eso que imprimía el sello de Camilo a todo lo que le pertenecía: el distintivo precioso que tan pocos hombres alcanzan de dejar marcado lo suyo en cada acción."

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