jueves, 1 de mayo de 2014

Terremoto de pasos proletarios

Marcado está siempre por la presión cotidiana de romper huracanes si es preciso para alimentar a la familia y desempeñarse bien allí, donde se cumplen sus sueños, incluso donde no se cumplen. No importa, se siente útil y eso le basta para sonreírle al sol que le ha cuarteado las sienes y curtido su espalda.
Por apretar los bolsillos para ofrecerle un regalo caro a la hija en sus 15 cumpleaños, no tiene tiempo ni para compartir con ella. Está tan estropeado al llegar la tarde que casi no disfrutan algunos minutos de complicidad, solo le pregunta por la escuela y luego a dormir para reponer fuerzas. El reloj da el latigazo de las 6:00 de la mañana  y la rutina vuelve con su círculo vicioso. Sorbe el café...

Ella, en el hogar de al lado, levanta a su pequeño, lo viste con un ritual muy entrenado, le da el desayuno que ha preparado horas antes, revisa sus materiales de estudio y "a correr" que se hace tarde para llevarlo a la escuela y llegar puntual al trabajo donde un montón de papeles esperan para ser certificados.
Su esposo, que vuelve a la casa minutos después, añoraba abrazar a su hijo y besar a la mujer, luego de una guardia en el hospital. El haber estado meses antes de misión médica internacionalista le dejó henchida el alma por cada vida que salvó, pero la añoranza era mucha; aprendió que en la familia encontramos motivaciones suficientes para crecernos ante los desafíos cotidianos y ser mejores profesionales.
Recuerda él a la señora que vive al doblar de la esquina, la que casi no duerme por limpiar y embellecer la ciudad, aquella que prepara jabas enormes de alimentos una vez al mes y que las carga luego, como si fuera discípula de Hércules, para llevarlas a su hijo preso, esa que de tanto entregarse a los demás descuida incluso su salud.
También piensa en la maestra de su párvulo, que repara día a día las arterias de la educación y a la que sería injusto no agradecerle por transformar el carácter del pequeño, antes intranquilo y contestón.
Imagina que es fin de semana y su vecino amanece con la trompeta en la mano para el ensayo previsto. Sonríe al aceptar que meses atrás calificaba de ruido su intento de interpretar a la perfección una canción. Ahora siente orgullo de que en su barrio viva un miembro de la Banda de Música Provincial.
Diferentes historias y sectores, diferentes vocaciones unidas por la dicha de vivir en Cuba y ser iguales al final del ocaso. Historias, sectores y vocaciones que entremezcladas, sin importar raza, posición económica ni nada, produjeron este Primero de Mayo un terremoto de pasos proletarios, para festejar el Día Internacional de los Trabajadores.


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