
Recuerdo las tantas veces que
fui, los 28 de octubre, con un ramo discreto de flores para echarlas al río de
El Venero, en mi terruño manatiense, en honor a Camilo. En ese entonces la
palabra honrar me quedaba muy grande, y la grandeza del Héroe se asomaba frente
a mí. Fue la maestra quien primero nos dibujó a Camilo, en rostro escondido
bajo el sombrero y esa legendaria sonrisa, como quien sabe ser amigo de los
niños.
Desde pequeña entendí la
obligatoriedad de la cita de octubre, aun cuando a mi mamá le parecía muy largo
el recorrido para una pionera. Y hasta hoy creo que hay algo de magia entre el
momento de lanzar algún tipo de flor y el gran silencio que invade a una hasta
que por fin se pierde en el agua.
Siempre me gustaron mucho las
palabras del Che cuando aseguró que Camilo era el hombre de las mil anécdotas y
que las creaba a su paso con naturalidad. "Es que unía a su desenvoltura y
a su aprecio por el pueblo, su personalidad; eso que a veces se olvida y se
desconoce, eso que imprimía el sello de Camilo a todo lo que le pertenecía: el
distintivo precioso que tan pocos hombres alcanzan de dejar marcado lo suyo en
cada acción."
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