Las Tunas.- Un hecho
trascendental en la historia de Cuba constituye el ataque al cuartel Moncada el
26 de Julio de 1953 llevado a cabo por jóvenes conscientes de su deber para con
la Patria. En ese grupo de cubanos se concentró lo más puro y noble, lo más
desinteresado y valiente. Con justeza son conocidos como la Generación del
Centenario.
La acción se produjo a 100 años
del nacimiento del más universal de los cubanos, en el juicio seguido a los
asaltantes, al debatirse la responsabilidad intelectual, Fidel expresó:
"Nadie debe preocuparse de
ser el autor intelectual de la Revolución, porque el único autor intelectual
del asalto al Moncada es José Martí, el Apóstol de nuestra independencia".
Cada hecho producido en los días
que antecedieron al ataque, a los instantes de la acción o después de esta,
posee un valor que trasciende. Cada uno de los jóvenes que participaron en el
combate tiene su propia historia, pero coincidente en muchos casos en lo
referido al amor a la Patria, el hondo sentimiento revolucionario y la entrega
total al ideal que los unió.
La presencia de Juan Manuel
Ameijeiras Delgado (Mel), con solo 20 años, de origen social humilde, nacido en
la provincia de La Tunas, su incorporación al Partido Ortodoxo y la vinculación
con el grupo de los más radicales, su convencimiento de que los males de Cuba
tenían solo una salida: la lucha armada, y la estrecha coincidencia con los
ideales del líder del movimiento que se gesta, así como su presencia en el
ataque al cuartel Moncada, constituye una hermosa historia, fuente de
inspiración para los jóvenes de hoy.
Mel nació el 23 de octubre de
1932 en una vivienda marcada con el número 19 del barrio de Pueblo Viejo en el
central Chaparra, hoy municipio de Jesús Menéndez, provincia de Las Tunas.
Estrechamente ligado a la
adquisición de los uniformes del ejército batistiano con los cuales se
vestirían el día de la acción. En esta parte del plan Mel y su célula integrada
por los hermanos Rivero Vasallo, Matéu Orihuela, Roberto Mederos y Gerardito
Álvarez, orientados por Fidel y Abel, desplegaría notoria actividad. A Mel
correspondería el traslado de las maletas con los uniformes en su auto.
Su estado de ánimo lo define
Efigenio como pletórico de entusiasmo y de él dice:
"Ponía en una de las
esquinas de la habitación una escoba –como si fuera un fusil- y entonces se
situaba dentro del cuarto y con el dedo índice apoyado en el piso daba diez o
quince vueltas, se incorporaba y localizaba de inmediato el supuesto
fusil".
Fue él el único tunero que
aquella madrugada del Moncada dejó su sangre enclaustrada entre los muros sin
clemencia del tirano. Sin embargo, no sé si son sus ojos de esperanza o su
madurez afortunada, pero todavía hoy no ha muerto.
La casa natal, que perpetúa la
memoria de los hermanos Ameijeiras, en Chaparra, tiene su retrato, sus
documentos, su ajedrez, y aquel poema, que Efigenio y sus hermanos de tierra
siempre sentimos necesarios "eres la flecha en el camino de las
ilusiones..."
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