Marcado
está siempre por la presión cotidiana de romper huracanes si es preciso para
alimentar a la familia y desempeñarse bien allí, donde se cumplen sus sueños,
incluso donde no se cumplen. No importa, se siente útil y eso le basta para
sonreírle al sol que le ha cuarteado las sienes y curtido su espalda.
Por apretar los bolsillos para ofrecerle un regalo caro a la
hija en sus 15 cumpleaños, no tiene tiempo ni para compartir con ella. Está tan
estropeado al llegar la tarde que casi no disfrutan algunos minutos de
complicidad, solo le pregunta por la escuela y luego a dormir para reponer
fuerzas. El reloj da el latigazo de las 6:00 de la mañana y la rutina
vuelve con su círculo vicioso. Sorbe el café...
Ella, en el hogar de al lado, levanta a su pequeño, lo viste con
un ritual muy entrenado, le da el desayuno que ha preparado horas antes, revisa
sus materiales de estudio y "a correr" que se hace tarde para
llevarlo a la escuela y llegar puntual al trabajo donde un montón de papeles
esperan para ser certificados.
Su esposo, que vuelve a la casa minutos después, añoraba abrazar
a su hijo y besar a la mujer, luego de una guardia en el hospital. El haber
estado meses antes de misión médica internacionalista le dejó henchida el alma
por cada vida que salvó, pero la añoranza era mucha; aprendió que en la familia
encontramos motivaciones suficientes para crecernos ante los desafíos
cotidianos y ser mejores profesionales.
Recuerda él a la señora que vive al doblar de la esquina, la que
casi no duerme por limpiar y embellecer la ciudad, aquella que prepara jabas
enormes de alimentos una vez al mes y que las carga luego, como si fuera
discípula de Hércules, para llevarlas a su hijo preso, esa que de tanto
entregarse a los demás descuida incluso su salud.
También piensa en la maestra de su párvulo, que repara día a día
las arterias de la educación y a la que sería injusto no agradecerle por
transformar el carácter del pequeño, antes intranquilo y contestón.
Imagina que es fin de semana y su vecino amanece con la trompeta
en la mano para el ensayo previsto. Sonríe al aceptar que meses atrás
calificaba de ruido su intento de interpretar a la perfección una canción.
Ahora siente orgullo de que en su barrio viva un miembro de la Banda de Música
Provincial.
Diferentes historias y sectores, diferentes vocaciones unidas
por la dicha de vivir en Cuba y ser iguales al final del ocaso. Historias,
sectores y vocaciones que entremezcladas, sin importar raza, posición económica
ni nada, produjeron este Primero de Mayo un terremoto de pasos proletarios,
para festejar el Día Internacional de los Trabajadores.
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