Marcado
está siempre por la presión cotidiana de romper huracanes si es preciso para
alimentar a la familia y desempeñarse bien allí, donde se cumplen sus sueños,
incluso donde no se cumplen. No importa, se siente útil y eso le basta para
sonreírle al sol que le ha cuarteado las sienes y curtido su espalda.
Por apretar los bolsillos para ofrecerle un regalo caro a la
hija en sus 15 cumpleaños, no tiene tiempo ni para compartir con ella. Está tan
estropeado al llegar la tarde que casi no disfrutan algunos minutos de
complicidad, solo le pregunta por la escuela y luego a dormir para reponer
fuerzas. El reloj da el latigazo de las 6:00 de la mañana y la rutina
vuelve con su círculo vicioso. Sorbe el café...