Es difícil encontrar una investigación periodística que
compare de manera rigurosa los sistemas de salud públicos y privados en el
mundo. Las empresas mediáticas respaldan ideología e intereses del sector
empresarial privado (2). Además, las aseguradoras y clínicas privadas, un
sector en expansión por las políticas de privatización de servicios de salud,
son un potencial cliente de espacios publicitarios al que los medios no deben
incomodar (3).
Para acceder a un trabajo de este tipo debemos acudir a los
medios alternativos o a trabajos de bloggers independientes. Es el caso del
físico y bloguero Alberto Sicilia, que ha analizado los datos oficiales de
salud de varios países ricos, todos pertenecientes a la OCDE, a partir de las
estadísticas de la propia OCDE (4).
Nos indica que el país industrializado con la menor
protección sanitaria pública garantizada es EEUU, con un 27,4 % de la
población, en contraste con otros países industrializados, donde roza el 100 %.
El conjunto de indicadores de salud de la población de
dichos países parece arrojar una conclusión evidente: la mayor cobertura
pública en servicios sanitarios garantiza una mejor salud de la población. Y
desmiente la tesis de que la gestión privada es más eficiente que la pública en
esta materia.
Por ejemplo, la mortalidad infantil en EEUU es de 6,7 por
cada mil nacidos vivos, frente al 4,8 de Reino Unido o al 2,5 de Suecia. Y las
estadísticas de la OCDE no lo dicen, pero sí las de UNICEF (5): EEUU tiene peor
indicador de mortalidad infantil que un país del Tercer Mundo cercano a sus
costas y al que bloquea desde hace casi 60 años: Cuba, que este año ha rebajado
su índice a 4,2 (6).
Otro dato curioso aportado por la OCDE es el relativo a la
enfermedad de la diabetes. EEUU presenta el mayor índice de personas que sufren
la amputación de sus pies por agravamiento de dicha enfermedad: 36 por cada
cien mil, frente al promedio de 12 en los países de la OCDE. Y es curioso que
Cuba tenga un índice de 4,9, siete veces menor al de EEUU. La explicación: la
aplicación en el sistema público de la Isla del medicamento cubano Heberprot-P,
que evita dichas amputaciones, muchas de las cuales –recordemos- derivan en
fallecimientos (7). Y más curioso aún es que este medicamento cubano comienza a
comercializarse ya en otros países (8), pero no en EEUU, porque las leyes del
bloqueo a la Isla lo prohíben (9).
Más datos relevantes: consecuencia directa del coste
económico de las consultas médicas, EEUU es uno de los países con menor ratio
de visitas por paciente al año: 4, menos de la mitad que Cuba, con 9,2 visitas
por habitante y año (10).
La estadística de la OCDE nos dice, además, que en el país
más rico y poderoso del planeta, más de un tercio de las personas enfermas no
pueden seguir su tratamiento por problemas económicos. Algo absolutamente
impensable incluso en las zonas rurales más montañosas y apartadas de Cuba, en
las que la atención médica personalizada, el seguimiento domiciliario y los
medicamentos están garantizados y son gratuitos o altísimamente subvencionados
(11).
Existen otros interesantes datos de salud al margen de la
estadística de la OCDE. Por ejemplo, según la Organización Panamericana de la
Salud, Cuba tiene mayor densidad de recursos humanos en el área de salud que
EEUU: 134,6 por cada diez mil habitantes, frente a los 125,1 de EEUU (12).
En cualquier caso, si es cierta la tesis de que la gestión
privada es más eficiente que la pública, aunque los resultados sean inferiores,
el gasto sanitario en un país como EEUU debería ser muy inferior. Las
estadísticas, sin embargo, demuestran lo contrario: la población estadounidense
es la que más dinero gasta en sanidad, con 8.000 dólares al año por persona, el
doble que el de la mayor parte de los países industrializados. Pero ¿y si lo
comparamos con el gasto sanitario en Cuba? En la Isla el gasto per cápita anual
es de 435,91 pesos cubanos (13). Si empleamos el cambio de 25 pesos por dólar,
empleado por los medios –siempre fuera de contexto- para asegurar que el
salario cubano no supera los 20 dólares (14), llegaríamos a la conclusión de
que Cuba gasta 17 dólares al año por persona en sanidad. Es decir, que
invirtiendo 470 veces menos que EEUU, logra mejores indicadores de salud.
Todos estos datos parecen demostrar varias cosas. Una, que
la supuesta ineficiencia del sistema socialista cubano no es demostrable en lo
que respecta a los servicios sanitarios; dos, que los sistemas de salud pública
en el mundo son superiores en resultados y eficiencia a los privados; y tres,
que los medios prefieren mirar para otro lado ante un hecho de evidente
relevancia informativa: que un país pobre y bloqueado como Cuba es superior en
casi todos los renglones sanitarios a la mayor potencia económica del mundo.
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