Según cuenta en su diario Vicente García, sintió unas finas
gotas de sudor frío resbalándole por la frente cuando el secretario del
Ayuntamiento de Las Tunas dio a conocer el telegrama que informaba del
alzamiento independentista de Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua.
Temió quedar en evidencia y frustrar así un minucioso plan
ideado por él junto a Francisco Muñoz Rubalcaba y el propio Céspedes, que había
tenido su primer paso hacia la concreción el cuatro de agosto de 1868, con la
reunión en San Miguel del Rompe, a la cual seguirían las de Muñoz, Ventorrillo
y El Mijial.
Apenas pudo contener el vendaval de sentimientos y
preocupaciones que se agolparon en su mente y, al salir del encuentro al cual
había sido invitado como reconocida figura pública de la localidad, mandó a
reunir a los conspiradores para trazar un nuevo plan ante el desarrollo de los
acontecimientos.
Narra el investigador Juan Andrés Cué que en apenas una
jornada, el caudillo tunero reunió su tropa la cual, con el tiempo, sería
conocida como la Legión de Hierro.
El objetivo era atacar y tomar la ciudad, que se preparaba
para la defensa, y convertirse en punto de apoyo a las huestes coloniales, las
cuales se movían desde Puerto Príncipe con el propósito de impedir el avance de
Céspedes.
El 13 de octubre de 1868, la bandera cubana diseñada por
Narciso López ondearía por primera vez en el oriente de Cuba cuando poco más de
200 hombres mal armados, la convirtieron en su inspiración para enfrentarse a
una fuerte guarnición.
El caos reinó en los primeros momentos del combate, sin
embargo, como un vaticinio del genio militar que caracterizaría a García, logró
organizar a sus tropas y arrollar las alambradas, trincheras y barricadas, las
cuales protegían la estratégica plaza militar.
Solo la Iglesia se mantendría inexpugnable, y los habitantes
de Las Tunas vivirían tres días de libertad, hasta que la necesidad de
reorganizar a las tropas y evitar el asedio de fuertes columnas ibéricas
llegadas desde diferentes lugares, obligó a movilizar a los alzados hacia el
campamento de El Hormiguero.
Víctor Marrero, historiador de la ciudad de Las Tunas,
explicó a la AIN cómo la primera toma de la ciudad sería el punto de partida de
la leyenda que comenzó a tejer a su alrededor el mayor general tunero, a quien
los propios españoles bautizaron como el León de Santa Rita.
El ataque a convoyes, la creación de una red de agentes
secretos, el uso de la caballería y el perfeccionamiento de las técnicas de
asedio, fueron estratagemas que distinguieron a García, quien en un momento de
la Guerra de los Diez Años llegó a ser jefe militar de todos los departamentos
alzados contra España.
Las tropas coloniales trataron de maquillar el efecto
psicológico de la derrota con el cambio de nombre de la calle en la cual se
encontraba la Iglesia. Sin embargo, la actividad militar del caudillo mambí dio
paso a la fortificación de la plaza y la persecución despiadada por los
españoles de todos los comulgantes con ideales progresistas.
Entre las víctimas estuvieron dos de los hijos del General,
quienes murieron de hambre como resultado del encierro al que las tropas
ibéricas sometieron a su familia, para que claudicara.
El General no solo se sobrepondría a aquel horror, sino que
se prepararía para en 1876 asaltar nuevamente la ciudad, y esa vez tomarla por completo
en la mayor batalla de arma blanca en la Guerra de los Diez Años.
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